15 mar 2008

PRETÉRITO IMPERFECTO.

…Mas tuviera tres cuadros que me hablaran de la razón de esta sin razón, que me detuviera a mirarlos con cierto placer exagerado; pensara por un momento que pude retenerte en tela o en un tríptico. Pintara con acuarela el fuego y me manchara los dedos un 28 en invierno, cerrara con llave los vértices de cada marco, para que no escaparan los años que fueron vegetando en jeroglíficos tan poco Indescifrables; profecía autocumplida.

Sonara el teléfono, del uno al cero, me demorara en contestar y pensara en ese estúpido cuento que te gustaba: “Si vienes, por ejemplo, a las cuatro de la tarde, tres horas antes empezaré a ser feliz.” Que no parara de sonar, te contestara, no para hablarte, sino que, para recordar el acento diacrítico de las agujas del reloj. Que tan sólo levantara el auricular para, simplemente, escucharte cortar y hundirme en el fondo de una caracola con sabor a tabaco mojado por el incesante tono universal; en una de esas, tú misma en el filo de una supernova.

Pensara en pisar el freno; borrara la última curva que tomé antes de llegar, al retorno del cual siempre volveremos un día de éstos. A poner marcha atrás y quedar a tres mil de la sentencia. En haberme desviado por la ruta equivocada, alguna que me llevara a zigzaguear dentro de una paupérrima cinta regrabada. De vez en cuando, jugando al gato, en el vaho de un cristal polarizado y:

dejarme perder,

dejarme caer,

o volver sólo con la modesta tarea,
de proponerte tres puntos suspensivos

1 comentario:

Anónimo dijo...

Declaraciones básicas:

1) No hay placer exagerado... o placer o displacer. Si es placer, pues disfrútelo.

2) Las marchas atrás siempre contienen la dura posibilidad de cunetearse, dañando gravemente la maquinaria. Aunque, si se hace con destreza, bien se puede encontrar el rumbo sin daños. ¿Provoca placer o displacer? (ir al número 1).

3) En cualquier caso, vale la pena revisar cuidadosamente la máquina: bien lubricada, frenos en buen estado, sistema eléctrico óptimo para evitar encandilar o ser encandilado, detalle no menor en el inicio del otoño.

A lo mejor al César le toca... aunque sea mover el pulgar en alguna dirección.

Un abrazo

Tito