13 feb 2008

COMO DON GONZALO ROJAS



Más que el canto del amor a la mujer que amé,
estoy por el pasado que se hace presente por ti, por mí y ambos dos;
cada cierto tiempo como el rostro que forma espejismos en tu propio rostro,
los que tocan a la puerta de mis sesos como un golpeteo constante,
en acordes de jazz sincopado, cuando tus labios pintarrajeados
coloreaban mi tronco y las costillas.

Es que nada más que tú, asomas a la pieza olvidada,
con la silla polvorienta y las puertas retocadas,
creando nuevos paisajes, siempre nuevos paisajes para mí,
contorneando la premura esbeltez de tus longilíneas piernas
de hembra, espontáneamente seca como hoja seca, o
grotescamente bestial desde la nariz y los oídos,
pero sobre todo, desde tus muslos: me dejas muslo
más muslo, aprisionado al tabernáculo,
invitado de honor al banquete monárquico.
Me destierras a besarte cada diente entre tus dientes,
cada pelo entre tus pelos, salvaje: leona en celo.

Eclípsame una vez más con tu pescuezo, gíralo,
girasoles en remolinos de espasmos, grita, retuércete
desde el rubio sol que nos alumbraba matiné, vermouth y noche.
Asómate una vez más y camina sobre mi espalda,
para sentir el gemir de tu sexo con el calor que emanas,
voy por el sudor, una vez más, de yegua faraónica,
de esfinge bailarina en tus nalgas.

Mi desvergonzada Baudeleriana, que la danza paradisíaca
te desborde sobre mis tambores ¿Te oliera, te besara,
te brutalmente asesinara por la espalda?... puñaladas.
Te acabara, te oyera gemir, ¡me aullaras!
¡Mi amazónica, mi gitana, mi odalisca, greca romana!
¿Cuánto más te pensara?...
Me encomiendo a tus rodillas y talones, al génesis del génesis,
a la vida en abundancia que regalas; en otras palabras,
me desarraigo de mi alma y me hago siamés célebre,
fortificando el enrejado que estrangulara estas ganas,
estas últimas y cremadas ganas de llamarte en la nada,
o de polarizarme en odio desbordado por mi lengua,
que ahora es tu lengua.

Lengua víbora salvaje, humeante; y por tus poros
circula la savia de la vida: Eros me encuentro en tus vértebras,
de las siete vértebras vivas que son tus siete colores de una jarcia

navegando al océano de tu Presencia No Presencia.

Sabemos que la caída del Ángel tambalea las ideas de gobernarte,
que aterrizo con el sueño exquisito de yacer sobre tu vientre,
convertirme en niño y besar agónicamente el perímetro de tu ombligo,
hasta el tibio llamado de tu Thánatos: yo tu cordero con soga al cuello,
ofrendando(me) y devorando mi propio corazón morado;
voy por la des-gustación armagedónica del no-poseerte.

1 comentario:

Tito dijo...

Per(r)o, maestro, si es suyo propio, inspirado en Rojas o en quien sea, lo encuentro, francamente, muy bueno. No olvidemos a Aristóteles y su concepto "Mimesis"... él sostenía, en torno al arte, que el sujeto imita la naturaleza (todas las naturalezas) ¿y quién podría negar que lo humano no es natural? Lo que se desprende es que nada es completamente original ni nuevo, todos hemos leído, conversado y escuchado: las palabras no nos pertenecen, sino que son universales. Así que escriba sin temor lo que se le venga en real gana: lo importante es que lo sienta y mejor todavía si logra producir una emoción, sin otra pretensión de contar y/o decir lo suyo... lo demás vendrá o no vendrá nunca, pero lo dicho, dicho está, porque mucho somos con palabras ¿o no?

Un abrazo

Tito